Hay fechas astronómicas clave a lo largo del año y el solsticio de invierno es una de ellas. En el hemisferio Norte, el solsticio representa el día más corto y la noche más larga del año. Simboliza el triunfo de la vida sobre la muerte.
Diferentes culturas han adorado al solsticio de invierno vinculándolo a sus dioses o a eventos del calendario agrícola. Ejemplo de ello son algunos de los monumentos construidos en el pasado para honrar al solsticio: el túmulo funerario de Newgrange en Irlanda (3.200 a.C.), el templo de Karnak en Luxor (1.300 a.C) o las famosas líneas de Nazca (2.000 a.C), que presentan algunas alineaciones vinculadas a este solsticio.
En el Antiguo Egipto se vinculó el nacimiento de Osiris al solsticio mientras que en el mundo persa adoraban a Mitra, el dios Sol que vuelve a nacer tras las oscuras horas del invierno, y cuya influencia se extendió en India y en el Imperio Romano.
En el mundo pagano europeo (nórdico y germano), el solsticio de invierno era celebrado con la festividad de Yule (término indoeuropeo asociado a los cambios agrícolas relacionados con el solsticio de invierno). En esta festividad las familias celebraban el cambio de ciclo agrícola decorando las casas y colocando un árbol en el interior de las casas en honor a Yggdrasil, el Gran Fresno (árbol de la vida de la mitología nórdica). La matriarca de la casa era la encargada de quemar el árbol, del que se veneraban sus cenizas, acompañado por cánticos y banquetes realizados con las reservas de alimentos para el invierno. También se sacrificaba una cabra en honor al dios Thor (Yule goat) que terminaría siendo el símbolo de la fiesta pagana, ya que era la portadora de las ofrendas.
En el mundo celta el fuego del hogar se mantenía encendido durante toda la festividad, quemando un gran roble. Este fuego simbolizaba la llegada del calor del Sol a la tierra, y protegía a las casas de los malos espíritus. Los druidas celtas utilizaban el muérdago en sus ceremonias del solsticio de invierno, pues sus hojas verdes simbolizaban la fertilidad y sus frutos blancos la Semilla del Dios del Bosque.
Con la llegada del cristianismo, la festividad pagana de Yule fue asociada al nacimiento de Cristo y la Navidad. A pesar de ello, todavía perviven en la actualidad algunas de estas tradiciones ancestrales como: la decoración del árbol de Navidad; el Yule log (tronco de Navidad escogido especialmente para ser quemado en el hogar); la elaboración de un pastel navideño que lleva el mismo nombre (tradición inglesa); o el Tió de Nadal catalán (tronco que se coloca en el hogar en un rincón abrigado y al que se “alimenta” lo días previos a Navidad), entre otros.
El solsticio de invierno nos trae energías de cambio y renovación, de inicio de ciclo. Los símbolos de esta festividad son los árboles de hoja perenne como el abeto y el pino que simbolizan el triunfo de la vida sobre la muerte. El acebo como el principio masculino, símbolo de protección y esperanza; el muérdago como principio femenino y fertilidad. Las velas simbolizan la luz y el calor del sol. Las coronas navideñas representan la rueda del año y los cambios de ciclo. Las campanas sirven para ahuyentar a los malos espíritus. Para celebrarlo, podemos decorar nuestra casa con ellos y realizar un altar que incluya las bayas, arándanos, nueces y piñas, también típicos de estas fechas.
¡Feliz Solsticio!